Monday, March 14, 2005

Hoy: Maliante

La pobre Rita sufrió una experiencia inolvidable.
Creo que todas las mujeres que vivimos en este país hemos pasado por ahí, o conocemos a alguien a quien le sucedió. Mi caso fue como sigue:
Hace ya algunos años estaba paseando con Lolilá y Alejandra María (los nombre de las personas han sido cambiados para proteger su intimidad). Estábamos practicando ese arte milenario de pasar por los sitios a ver si vemos el carro del tipo que nos gustaba y/o ver quién estaba en la calle. Cuando pasamos por Café Atlántico (R.I.P.) vimos a un tipo que le gustaba a Alejandra María entrando al recinto, así que ya se pueden imaginar los nervios que siguieron.
Para no hacerlo tan obvio, decidimos que Lolilá entraría a Café mientras Alejandra María y yo esperaríamos fuera. Ya era bien avanzada la noche, por lo que no había muchos carros y teníamos opción de parqueo. Luego de saludar a San Cristóbal (el parqueador), nos parquemos bien cerca de la puerta, en la entrada de los parqueos de El Nacional. En esa época yo tenía la Supercamioneta (una camioneta Mazda B2000 Cab Plus, después les enserño fotos de mi hija, que tantos bonches se dió conmigo), así que Alejandra María yo decidimos esperar a que Lolilá saliera con la info acostadas en la cama de la Supercamioneta, viendo las estrellas.
A Alejandra María se le hizo un poco difícil subirse a la cama ya que andaba con una falda larga y estrecha, pero en poco tiempo estábamos las dos tendidas sobre nuestras espaldas, hablando sobre ese tema tan profundo como lo es la inmortalidad del cangrejo. Luego de un rato, oímos el sonido de un carro que se acercaba a nosotras. Levantamos un poco la vista y vimos que una camioneta se había atravesado detrás de nosotras, pero estábamos tan cómodas que ni mucho caso le pusimos y seguimos hablando y viendo las estrellas. Recuerdo que le comentaba a Alejandra María que viendo las estrellas veíamos el pasado, ya que la luz tardaba tanto tiempo en cruzar el espacio que el destello que veíamos esa noche se había producido hacía miles de años...
Mientras tanto, la camioneta seguía parada detrás de nosotras con el motor prendido, pero inocentes al fin no le dimos mucha mente, ya que San Cristóbal estaba por ahí y no iba a dejar que nos pasara nada.
Luego de un buen rato, Lolilá salió de Café y se acercó a la Supercamioneta. Nos cuenta ella que al percatarse de que la camioneta estaba ahí, no le dió mucha mente sobre todo porque tenía la puerta del conductor abierta y de ella salía una pierna peluda enchancletada. Sin pensarlo mucho, supuso que era nuestro amigo Eliud, que sufría de salir en esas condiciones a la calle, por lo que se acercó a saludar. ¡Cual fue su sorpresa al descubrir que el conductor no era Eliud, sino más bien un hombre desnudo de la cintura hacia abajo, masturbándose a todo lo que dá!
¡La pobre Lolilá! ¡Lo único que atinó a vocear fue "Ay! ¡Un ripio! ¡Un ripio!" Alejandra María y yo reaccionamos de una vez y nos incorporamos en la cama de la Supercamioneta. Honestamente, lo único que llegué a ver fue la pierna peluda, pero inmediatamente me tiré de la cama y me dirigí a la cabina para buscar mi cuchillo (si, ando con armas blancas, ¿Y?), mientras la pobre Alejandra María daba vueltas como loca en la cama de la Supercamioneta, ya que por su falda no se podía bajar. Lolilá salió corriendo y se metió en la parte trasera de la cabina, y lo único que hacía era repetir "un ripio, un ripio"... la pobre estaba en shock.
El exhibicionista arrancó en lo que yo ayudaba a Alejandra María a bajarse, pero como yo soy medio loca, le caí atrás.
El tipo andaba en una camioneta Toyota SR5 roja, con los vidrios tintados. No recuerdo la placa (de eso hace casi 10 años), pero si recuerdo el recorrido. Subimos la Lincoln hasta el Food Shop de La Lira, donde dimos como 4 vueltas uno detrás del otro. De ahí tomamos la Roberto Pastoriza hasta la Tiradentes, donde doblamos y luego tomamos la 27 de febrero en dirección al Este. Estuvimos persiguiendolo todo el trecho hasta la Máximo Gómez, donde doblamos hacia la izquierda. Lo seguí hasta los lados de la Cementera, donde pusimos fin a la persecución (estaba muy oscuro y creimos haberle dado tremendo susto al tipo).
En conclusión, no recomiento a nadie que haga lo que hicimos (y si lo hubiésemos agarrado, ¿qué le íbamos a hacer?), pero sí les puedo decir que es algo de lo que nunca nos olvidaremos.

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