El pasado sábado 7 de septiembre me encontraba en casa de mi amiga Cereza cenando y conversando sobre la competencia de natación en la que estaríamos participando al día siguiente. Luego de pasar una noche muy agradable, llegó la hora de partir y al tratar de incorporarme del asiento sentí que el mundo se me caía encima.
Me transporté a unos años atrás cuando, estando en casa de Addy en Bávaro, de la nada me entraron unos mareos y vómitos que me mantuvieron vuelta un disparate durante tanto tiempo que mi papá y Farolo tuvieron que tomar una guagua y, con la ayuda de Rache, me trajeron de vuelta a mi casa pues no servía ni para botarme en la basura.
Tristemente, la deliciosa cena preparada por SinLaN se fue por las tuberías de la casa de Cereza antes de haber sido debidamente digerida. Todo me daba vueltas, sudaba en frío, no había forma de parar el "movimiento". Imagínense que tienen el peor "jumo" de sus vidas y que, en esas condiciones, se montan en la montaña rusa más "mareativa" del mundo. Y así me fui manejando para mi casa.
Eso es tener vértigo.
No sé cómo lo hice, pero el domingo me levanté y competí. Eso sí, nadé a un 10% de mi potencia, pero cumplí con mi compromiso. Y de paso me llevé una medalla y 3 cintas (aprovechando que las matatanas no nadaban ese día). Pero fue a base de puras pastillas, por lo que debo dar las gracias a Carmen Lourdes Aristy, la hermana de mi amiga y compañera de colegio Celimar, quien me mantuvo "drogada" durante toda la competencia y por eso no "me fui en una" en plena piscina. Pero eso es material para otro post.
No podía enfocar la vista, mucho menos leer emails o mensajes (aparte de que voltear la cabeza para tomar el teléfono tenía consecuencias "vomitivas"). Ojos abiertos o cerrados, todo me daba vueltas.
9 horas en emergencia, 1 suero, 3 inyecciones, cuchumil pastillas, 2 CAT Scans y 9 días después, aún sigo mareada, pero la vida debe seguir su agitado curso y tristemente tengo cuentas por pagar, así que he tenido que reintegrarme a mis labores (contra recomendación médica, claro está).
Mañana me entregan el resultado del último examen y, Dios mediante, el miércoles vuelvo a la otorrinolaringóloga para ver qué carajo es lo que me pasa ahora. Y no, no tiene que ver con la natación pues la primera vez que me dió yo no estaba nadando. Hace unos meses fui donde la otorrino quejándome de un sentiemiento hueco en el oído derecho, por lo que me hicieron hasta pruebas de audición. En ese momento no me encontraron nada, y la doctora volvió a revisarme completamente el lunes y tampoco vio nada extraño en mis oidos, aparte de exceso de limpieza (siempre me echa boches porque me limpio los oídos 2 veces al día and that apparently is a big no-no in otolaryngology world). Hasta los "cristales" están bien. Vamos a ver si me sale algo ahora.
Age, I hate you.
Mientras tanto, comparto con ustedes 3 lecciones de vida. Estas no las he aprendido sólo durante este episodio de mi vida, pero cada vez que algo relacionado con salud me pasa, las situaciones que me hacen pensar de esta manera se reiteran (y a veces hasta se acrecientan) y confirmo que estas son 3 verdades que no se pueden ignorar.
1.- A las 8 de la noche, el que aparece (porque no todo el mundo aparece, y mientras más uno aparece, ellos menos aparecen), se va para su casa.
2.- Hay situaciones en las que uno vale menos que un perro.
3.- Hay que parir.
Y nada, disculpas si el post tiene errores gramaticales o incongruencias, pero lo importante es haberlo escrito.