Sunday, September 11, 2011

We will never forget


El 11 de septiembre del 2001 comenzó como un Martes cualquiera. Me levanté, me bañé y fui a la oficina. No recuerdo bien lo que estaba haciendo, pero sí estoy segura que estaba sentada en mi escritorio un poco antes de las 9 de la mañana cuando escuché a doña Patty, la asistente de mi jefe decir “¡Ay Dios mío! ¡Un avión chocó con una de las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York!
Mi primera reacción fue de incredulidad. ¿Cómo era posible que un avión chocara con una de las torres? O sea, cuando una cruza por la zona ve las torres porque, obviamente, son los suficientemente grandes, por lo que era imposible que un avión chocara con una de ellas. Inmediatamente entré al website de CNN y vi la noticia. Era cierto.

Todos los que estábamos en la oficina a esa hora nos fuimos al salón de conferencias, donde había una televisión, para ver las noticias. Lo que estaba en la pantalla era increíble. La torre 1 estaba “prendía en candela”. Mientras veíamos las noticias llamé a mi casa y le dije a mi mamá que pusiera la televisión para que viera las noticias.
Todos comentábamos lo que estaba sucediendo. Yo estaba recordando la última vez que había visitado las torres en 1998, y de nuevo pensaba lo estúpido que había sido el piloto del avión por haber chocado con una de ellas. Viendo la pantalla y comentando con mis compañeros de trabajo me percaté de algo que parecía ser un mosquito que se acercaba a la torre 2. Los ojos casi se me salen de las cuencas al darme cuenta que no era un mosquito, sino otro avión que volaba directamente hacia ella. “¡Señores, miren, miren!” atiné a decir y de inmediato pasó lo inconcebible: el avión chocó con la otra torre.



No era un error del piloto del otro avión. Esto era un ataque.
Los Estados Unidos estaban siendo atacados.
Esto era imposible.
No salíamos del asombro. Esto era algo nunca visto. El mundo se paralizó. Lo que estaba pasando era algo nunca pensado. Y entonces otro avión chocó contra el Pentágono. Y al poco rato otro avión cayó en Pennsylvania.



En quien primero pensé fue en mi amiga Morna quien vivía en New York. Después pensé en un familiar que trabajaba en el Pentágono. Nuevamente llamé a casa y le pregunté si estaba viendo las noticias. Me dijo que acababa de hablar con mi tío y que estaba histérico llamando a mi primo para saber si algo le había pasado. Llamé a Morna pero las líneas estaban congestionadas. Entré de nuevo al Internet, pero todos los websites de noticias estaban abajo por la cantidad de hits que estaban recibiendo.

Y luego las torres cayeron. 

Ese día en la oficina casi no se trabajó. Todos estábamos en shock. Cuando llegué a la casa y prendí la televisión todos los canales hablaban de lo mismo. Cuando puse WPIX una imagen congelada de las torres no cesaba de recordarnos todo lo que había pasado (la antena del canal estaba en una de las torres y al esta desplomarse la imagen había quedado congelada). Esta imagen duró horas transmitiéndose hasta que por fin lograron apagar la señal.

Nunca olvidaré esa imagen.

El mundo cambió a partir de ese día. Nada fue ni ha sido igual. Viajar en aviones se ha convertido en un suplicio; los aeropuertos se han vuelto insoportables. Guerras, muertes, atentados, odio…
El pasado mayo tropas de los Estados Unidos mataron a Osama Bin Laden. Sería iluso pensar que con su muerte todo terminaría. Vendrán mas Bin Ladens, el odio continuará, la intolerancia seguirá creciendo, morirán más personas a nombre de Allah o de Dios.
Y no será culpa de más nadie que de nosotros mismos.

Y como dije anteriormente, de Sara y su necesidad de querer ayudar a Dios cuando éste no necesita ayuda...


Los que vivimos el momento nunca lo olvidaremos. Las generaciones que nacieron a partir de ahí nunca vivirán en el mundo que vivimos.


Hoy, al cumplirse el décimo aniversario de los hechos ocurrido el 11 de septiembre del 2001, quiero elevar una oración, no sólo por aquellos que murieron en las torres, en el Pentágono y en los aviones, sino también por todos aquellos que han muerto como consecuencia directa e indirecta de estos hechos de horror, odio e incomprensión.


Paz a sus restos. 


Ojalá que aprendamos a entendernos.

Wednesday, September 07, 2011

¿Hasta cuándo vamos a quedarnos sin hacer nada?

Añoro la época de mi niñez, cuando podía jugar por las calles de mi casa sin temor a que me pasara algo malo.

Añoro la época en que podíamos salir a la calle sin la aprehensión de que nos pueden asaltar, nos pueden robar, nos pueden matar.

La situación de la criminalidad se defintivamente se le escapó de las manos al gobierno.

En estos días a una señora la asaltó un delincuente en plena 27 con Churchill, a las 8 de la mañana. Se le acercó al carro, se levantó la camisa y le enseñó una pistola.

Hace pocos días un francés mató a un asaltante de 4 que intentaron atracarlo.

En lo que va del años, más de 100 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex-parejas. Un hombre ahorcó a sus hijos porque su ex no quería volver con él.

El señor que mataron en la zona del Jardín Botánico porque lo confundieron con otro. El español que mataron en Santiago mientras paseaba a su perro por un parque. El señor que mataron en la intersección de la Charles Sumner con Churchill. El periodista que mataron por denunciar narcotraficantes. Las señoras italianas que fueron secuestradas por un grupo lidereado por un oficial de la Marina de Guerra.

A mí particularmente me robaron mi iPhone 4 en Caminantes por la Vida a principios de año.  Hace pocas semanas, mientras visitaba a mi amiga Isis en pleno Ensanche Naco me robaron los espejitos retorovisores de Vikiana. A Isis se lo han robado 2 veces; 1 en el parque cerrado y vigilado de su casa y otra visitando a una persona en la Federico Geraldino. En esa última ocasión también le robaron le parrilla delantera del vehículo.

Lo más indignante de todo es tener que ir a la calle Moca a comprar los espejitos. Te piden RD$3,500 cuando en Agencia Bella los venden los 2 por menos de 3 mil (cuando los tienen, o sea, nunca). Llegué y me cayeron como 30 hombres encima. Después de regatear el precio uno de ellos hizo una llamada telefónica y me pidió 10 minutos. A los 7 minutos llegó un muchacho en una passola, se desmontó y me puso los espejitos. Quizás eran los mismos míos, quizás se los fueron a robar a alguien para vendérmelos a mi. Cuando me quejé por el precio les dije que yo sabía dónde estaba y a quién se los estaba comprando, que ellos mismos eran los que me los habían robado y lo único que hicieron fue reirse de mí. Y tuve que comprárselos. COmo les dije, es lo mismo que me hubiesen atracado porque el afin y al cabo les estaba pagando para que me devolvieran algo que era mío.

Hace unos años mami tenía un Toyota Camry que tenía tapabocinas. Cuando los compró les puso su nombre por dentro. Meses después se los robaron y fue a comprarlos a la Moca. Le dieron los 4 que tenías su nombre por dentro ¡Oh, casualidades de la vida!

¿Y la Policía? Bien, gracias.

A la hija del señor Carlos Molinari de Soto la asaltaron en la puerta de su casa. Esto lo llevó a hacer una convocatoria para un vigilia en contra de la situación de criminalidad que nos arropa, hoy a las 6 de la tarde en el parque La Lira. Yo quisiera poder ir, pero a las 6 todavía estoy trabajando.

A los que puedan, por favor vayan. No podemos seguirnos quedando callados.

Me roban en la calle, me roban los funcionarios, me roban en mi casa, me roban en el trabajo...

¿Qué es lo que está pasando en nuestro país?


Tuesday, September 06, 2011

Hasta luego, Bombita...


He perdido la cuenta de las veces que he comenzado este post...

Este pasado Sábado 3 de septiembre se cumplió 1 mes de la muerte de Bomba Jean.
Para quienes no la conocen, Bomba era una de mis gatos.
He tenido animales toda mi vida, tanto así que cuando era pequeña decía que iba a estudiar para ser veterinaria. Desde gallinas, hamsters, conejos, pajaritos, peces, tortugas, perros, gatos… todos han pasado por mi vida.

Pero Bomba fue un ser especial.
Bomba era hija de Tutitaña, quien a su vez fue hija de Aisha, una gata que mi amigo y compañero de colegio Luis S me regaló como regalo, valga la redundancia, final de Angelito del último año de colegio. Tutitaña fue de la primera camada de Aisha. Bomba, junto a Dax y Tasha (ésta última murió a las pocas semanas de haber nacido), fue de la primera camada de Tutitaña.
Nació a principios de agosto del año 1993. Cuando ella era pequeña, yo tenía un foco de esos industriales que tiene una batería y dos bombillos y Bomba jugaba a "encaramarse" en el foco y ponerse en el medio de los dos bombillos. De ahí vino su nombre: bombillo... bombilla… Bomba.
Lola Linácea, quien murió luego de "un enfrentamiento" con una iguana, fue la primera hija de Bomba. Pana de la Pista, quien todavía está conmigo, fue su segunda hija.
A mediados de los años 90 Bomba comenzó a dormir conmigo en mi habitación. Los otros gatos (Dax, Pana, Huracán y Qui-Gon Jinn, quien murió a finales del año pasado), tenían muy “mal dormir”; Bomba era la única que dormía la noche entera, así que se ganó el puesto a mi lado en la cama.
Bomba era como una hija para mí, y una compañera permanente para mis padres. Salía de mi habitación a “compartir” con los demás felinos de casa, y cuando deseaba volver a entrar “tocaba” la puerta del pasillo para que la dejaran entrar (con la pata le daba a la patica que se le pone a la puerta para dejarla abierta). Durante el día se la pasaba en la habitación de papi y mami, pero desde que yo llegaba a la casa ella me “sentía”, se paraba de la cama y se iba directo a donde yo estuviese.
Veía la televisión, leía el periódico, me acompañaba a bañarme, me consolaba cuando lloraba, me “peleaba” en las noches cuando me levantaba “cuchucientas” veces por el insomnio. Tenía su “lugar” en la habitación de mis padres y mi habitación era más de ella que mía. Cada vez que alguno de los otros gatos entraba en su “reino”, Bomba se “quillaba” y ponía “truño”. Nunca en la vida mordió a nadie, mucho menos “aruñarle”. Tenía el mejor ánimo del mundo y era una “ñoñería” constante.
Hace unos meses me dí cuenta que la edad la estaba afectando. Estábamos juntas en la cama viendo televisión y ella se paró para estirarse. Cuando terminó de hacerlo, perdió el equilibrio y se cayó. Esto comenzó a sucederle más a menudo. Durante las últimas semanas se caía de los escalones al tratar de subir a mi cama (mi cama está elevada, tengo una "escalerita" para poder subir a ella).
No importaba cuánto comiera, comenzó a perder peso. Poco después comenzó a vomitar muy de seguido y su pérdida de equilibrio se volvió más notable. Su vida se estaba volviendo más sedentaria y ya los momentos de juego fueron siendo más esporádicos. Papi y mami preocupados me pidieron que la llevara al veterinario.
Estaba deshidratada y tenía daño renal, pero todo eso por la edad. Comencé a llevarla dos veces a la semana al veterinario para que la hidrataran, pero yo sabía que todo eso era el principio del fin. Ya estaba perdiendo el control de sus esfínteres y tenía diarrea constante. Fueron varias las veces que me “bañó”…
El Lunes 1 de agosto mami me llamó en la noche para decirme que Bomba estaba muy desanimada y que casi no se estaba moviendo. Salí corriendo para casa y junto a papi, quien no quería separarse de ella, me la llevé al vet. Mami, sabía lo que venía, por eso se despidió de ella antes de irnos.
Le inyectaron un “reguero” de medicinas, le comenzaron a hacer muchísimos estudios, pero Anabelle, la doctora, me repitió lo que tenía meses diciéndome: todo esto era por la edad, ya no había marcha atrás. Estábamos posponiendo lo inevitable. Duramos par horas con ella hasta que la estabilizaron. No había mucho más que hacer, así que nos fuimos. Papi se despidió de ella.
El Martes la fui a ver en la mañana y al final de la tarde. Estaba estable. Estaban haciendo todo lo posible por mantenerla con vida.
El Miércoles 3, día del famoso huracán que nunca llegó, la fui a ver en la mañana. La notaba un poco más animada, hasta maulló. Me fui a comer y le dije a la doctora que volvería temprano en la tarde pues no trabajaría más ese día.
A eso de las 2:30 me llamó la doctora. Me dijo que su situación había empeorado y que si quería despedirme de ella era mejor que fuera en ese momento.
Llegué en menos de 5 minutos. La temperatura le estaba bajando, no tenía fuerzas para “mantenerse en pie”. Anabelle la había puesto sobre una camita para calentarla, pero sabía que le quedaba poco. La abracé, la besé, le pdije que ya era hora de irse, que yo estaba bien y que no quería que sufriera. Ella no paraba de verme.

Anabelle me preguntó si quería "ayudarla a irse", pero no tuve el valor. Prefería que se fuera cuando ella lo decidiera.


A eso de las 5:40 me dí cuenta que ella no se iría mientras yo estuviera ahí; hasta ese punto llegó su fidelidad conmigo. La besé de nuevo, la abracé, la cargué, le dije que la amaba y que nunca la olvidaría y que esos 18 años que habíamos pasado juntos era el mejor regalo que Dios nos había dado. Me despedí, sabiendo que no la volvería a ver.


No habían pasado 10 minutos de haberme ido de la veterinaria cuando me llamaron para decirme que se había ido.


Aún escribiendo esto no puedo parar de llorar. Dax, Pana y Huracán se dan cuenta que ella falta. Y mis padres la lloraron como si hubiesen perdido a una hija.


A mí no me importa cuál sea la doctrina, estoy segura que hay un cielo para las mascotas y Bomba está en él. 


Gracias Dios por habermela prestado durante estos 18 años. No puedo ser egoísta y haber pretendido que se quedara más; tú la llamaste y allá ella está junto a tí, viéndome y velando por mi.

Gracias al staff de la Veterinaria Dr. Piñeyro, sobre todo a Anabelle y a Dorkis por haber querido tanto a mi niña y por haberme permitido estar con ella hasta el final.


Te amo, Bombita, te amo y nunca te olvidaré. Gracias por haber estado siempre a mi lado.


Te prometo que nos volveremos a ver...