He perdido la cuenta de las veces que he comenzado este post...
Este pasado Sábado 3 de septiembre se
cumplió 1 mes de la muerte de Bomba Jean.
Para quienes no la conocen, Bomba era una
de mis gatos.
He tenido animales toda mi vida, tanto así que cuando
era pequeña decía que iba a estudiar para ser veterinaria. Desde gallinas,
hamsters, conejos, pajaritos, peces, tortugas, perros, gatos… todos han pasado
por mi vida.
Pero Bomba fue un ser especial.
Bomba era hija de Tutitaña, quien a su
vez fue hija de Aisha, una gata que mi amigo y compañero de colegio Luis S me
regaló como regalo, valga la redundancia, final de Angelito del último año de colegio.
Tutitaña fue de la primera camada de Aisha. Bomba, junto a Dax y Tasha (ésta
última murió a las pocas semanas de haber nacido), fue de la primera camada de
Tutitaña.
Nació a principios de agosto del año
1993. Cuando ella era pequeña, yo tenía un foco de esos industriales que tiene una
batería y dos bombillos y Bomba jugaba a "encaramarse" en el foco y ponerse en el
medio de los dos bombillos. De ahí vino su nombre: bombillo... bombilla… Bomba.
Lola Linácea, quien murió luego de "un
enfrentamiento" con una iguana, fue la primera hija de Bomba. Pana de la Pista,
quien todavía está conmigo, fue su segunda hija.
A mediados de los años 90 Bomba comenzó a
dormir conmigo en mi habitación. Los otros gatos (Dax, Pana, Huracán y Qui-Gon
Jinn, quien murió a finales del año pasado), tenían muy “mal dormir”; Bomba era
la única que dormía la noche entera, así que se ganó el puesto a mi lado en la
cama.
Bomba era como una hija para mí, y una
compañera permanente para mis padres. Salía de mi habitación a “compartir” con
los demás felinos de casa, y cuando deseaba volver a entrar “tocaba” la puerta
del pasillo para que la dejaran entrar (con la pata le daba a la patica que se
le pone a la puerta para dejarla abierta). Durante el día se la pasaba en la
habitación de papi y mami, pero desde que yo llegaba a la casa ella me
“sentía”, se paraba de la cama y se iba directo a donde yo estuviese.
Veía la televisión, leía el periódico, me
acompañaba a bañarme, me consolaba cuando lloraba, me “peleaba” en las noches
cuando me levantaba “cuchucientas” veces por el insomnio. Tenía su “lugar” en
la habitación de mis padres y mi habitación era más de ella que mía. Cada vez
que alguno de los otros gatos entraba en su “reino”, Bomba se “quillaba” y
ponía “truño”. Nunca en la vida mordió a nadie, mucho menos “aruñarle”. Tenía
el mejor ánimo del mundo y era una “ñoñería” constante.
Hace unos meses me dí cuenta que la edad
la estaba afectando. Estábamos juntas en la cama viendo televisión y ella se
paró para estirarse. Cuando terminó de hacerlo, perdió el equilibrio y se cayó.
Esto comenzó a sucederle más a menudo. Durante las últimas semanas se caía de los escalones al tratar de subir a mi cama (mi cama está elevada, tengo una "escalerita" para poder subir a ella).
No importaba cuánto comiera, comenzó a
perder peso. Poco después comenzó a vomitar muy de seguido y su pérdida de
equilibrio se volvió más notable. Su vida se estaba volviendo más sedentaria y
ya los momentos de juego fueron siendo más esporádicos. Papi y mami preocupados
me pidieron que la llevara al veterinario.
Estaba deshidratada y tenía daño renal,
pero todo eso por la edad. Comencé a llevarla dos veces a la semana al
veterinario para que la hidrataran, pero yo sabía que todo eso era el principio
del fin. Ya estaba perdiendo el control de sus esfínteres y tenía diarrea
constante. Fueron varias las veces que me “bañó”…
El Lunes 1 de agosto mami me llamó en la
noche para decirme que Bomba estaba muy desanimada y que casi no se estaba
moviendo. Salí corriendo para casa y junto a papi, quien no quería separarse de
ella, me la llevé al vet. Mami, sabía lo que venía, por eso se despidió de ella
antes de irnos.
Le inyectaron un “reguero” de medicinas,
le comenzaron a hacer muchísimos estudios, pero Anabelle, la doctora, me
repitió lo que tenía meses diciéndome: todo esto era por la edad, ya no había
marcha atrás. Estábamos posponiendo lo inevitable. Duramos par horas con ella
hasta que la estabilizaron. No había mucho más que hacer, así que nos fuimos.
Papi se despidió de ella.
El Martes la fui a ver en la mañana y al
final de la tarde. Estaba estable. Estaban haciendo todo lo posible por
mantenerla con vida.
El Miércoles 3, día del famoso huracán
que nunca llegó, la fui a ver en la mañana. La notaba un poco más animada,
hasta maulló. Me fui a comer y le dije a la doctora que volvería temprano en la
tarde pues no trabajaría más ese día.
A eso de las 2:30 me llamó la doctora. Me
dijo que su situación había empeorado y que si quería despedirme de ella era
mejor que fuera en ese momento.
Llegué en menos de 5 minutos. La
temperatura le estaba bajando, no tenía fuerzas para “mantenerse en pie”. Anabelle la había puesto sobre una camita para calentarla, pero sabía que le quedaba poco. La abracé, la besé, le pdije que ya era hora de irse, que yo estaba bien y que no quería que sufriera. Ella no paraba de verme.
Anabelle me preguntó si quería "ayudarla a irse", pero no tuve el valor. Prefería que se fuera cuando ella lo decidiera.
A eso de las 5:40 me dí cuenta que ella no se iría mientras yo estuviera ahí; hasta ese punto llegó su fidelidad conmigo. La besé de nuevo, la abracé, la cargué, le dije que la amaba y que nunca la olvidaría y que esos 18 años que habíamos pasado juntos era el mejor regalo que Dios nos había dado. Me despedí, sabiendo que no la volvería a ver.
No habían pasado 10 minutos de haberme ido de la veterinaria cuando me llamaron para decirme que se había ido.
Aún escribiendo esto no puedo parar de llorar. Dax, Pana y Huracán se dan cuenta que ella falta. Y mis padres la lloraron como si hubiesen perdido a una hija.
A mí no me importa cuál sea la doctrina, estoy segura que hay un cielo para las mascotas y Bomba está en él.
Gracias Dios por habermela prestado durante estos 18 años. No puedo ser egoísta y haber pretendido que se quedara más; tú la llamaste y allá ella está junto a tí, viéndome y velando por mi.
Gracias al staff de la Veterinaria Dr. Piñeyro, sobre todo a Anabelle y a Dorkis por haber querido tanto a mi niña y por haberme permitido estar con ella hasta el final.
Te amo, Bombita, te amo y nunca te olvidaré. Gracias por haber estado siempre a mi lado.
Te prometo que nos volveremos a ver...