El 11 de septiembre del 2001 comenzó como un Martes
cualquiera. Me levanté, me bañé y fui a la oficina. No recuerdo bien lo que
estaba haciendo, pero sí estoy segura que estaba sentada en mi escritorio un
poco antes de las 9 de la mañana cuando escuché a doña Patty, la asistente de
mi jefe decir “¡Ay Dios mío! ¡Un avión chocó con una de las torres gemelas del World Trade Center en
Nueva York!
Mi primera reacción fue de incredulidad.
¿Cómo era posible que un avión chocara con una de las torres? O sea, cuando una
cruza por la zona ve las torres porque, obviamente, son los suficientemente
grandes, por lo que era imposible que un avión chocara con una de ellas.
Inmediatamente entré al website de CNN y vi la noticia. Era cierto.
Todos los que estábamos en la oficina a
esa hora nos fuimos al salón de conferencias, donde había una televisión, para
ver las noticias. Lo que estaba en la pantalla era increíble. La torre 1 estaba
“prendía en candela”. Mientras veíamos las noticias llamé a mi casa y le dije a
mi mamá que pusiera la televisión para que viera las noticias.
Todos comentábamos lo que estaba
sucediendo. Yo estaba recordando la última vez que había visitado las torres en
1998, y de nuevo pensaba lo estúpido que había sido el piloto del avión por
haber chocado con una de ellas. Viendo la pantalla y comentando con mis
compañeros de trabajo me percaté de algo que parecía ser un mosquito que se
acercaba a la torre 2. Los ojos casi se me salen de las cuencas al darme cuenta
que no era un mosquito, sino otro avión que volaba directamente hacia ella.
“¡Señores, miren, miren!” atiné a decir y de inmediato pasó lo inconcebible: el
avión chocó con la otra torre.
Los Estados Unidos estaban siendo
atacados.
Esto era imposible.
No salíamos del asombro. Esto era algo
nunca visto. El mundo se paralizó. Lo que estaba pasando era algo nunca
pensado. Y entonces otro avión chocó contra el Pentágono. Y al poco rato otro avión
cayó en Pennsylvania.
En quien primero pensé fue en mi amiga Morna quien vivía en New York. Después pensé en un familiar que trabajaba en el Pentágono. Nuevamente llamé a casa y le pregunté si estaba viendo las noticias. Me dijo que acababa de hablar con mi tío y que estaba histérico llamando a mi primo para saber si algo le había pasado. Llamé a Morna pero las líneas estaban congestionadas. Entré de nuevo al Internet, pero todos los websites de noticias estaban abajo por la cantidad de hits que estaban recibiendo.
Y luego las torres cayeron.
Ese día en la oficina casi no se trabajó.
Todos estábamos en shock. Cuando llegué a la casa y prendí la televisión todos
los canales hablaban de lo mismo. Cuando puse WPIX una imagen congelada de las
torres no cesaba de recordarnos todo lo que había pasado (la antena del canal
estaba en una de las torres y al esta desplomarse la imagen había quedado
congelada). Esta imagen duró horas transmitiéndose hasta que por fin lograron
apagar la señal.
Nunca olvidaré esa imagen.
Nunca olvidaré esa imagen.
El mundo cambió a partir de ese día. Nada
fue ni ha sido igual. Viajar en aviones se ha convertido en un suplicio; los
aeropuertos se han vuelto insoportables. Guerras, muertes, atentados, odio…
El pasado mayo tropas de los Estados
Unidos mataron a Osama Bin Laden. Sería iluso pensar que con su muerte todo
terminaría. Vendrán mas Bin Ladens, el odio continuará, la intolerancia seguirá
creciendo, morirán más personas a nombre de Allah o de Dios.
Y no será culpa de más nadie que de
nosotros mismos.
Y como dije anteriormente, de Sara y su necesidad de querer ayudar a Dios cuando éste no necesita ayuda...
Los que vivimos el momento nunca lo olvidaremos. Las generaciones que nacieron a partir de ahí nunca vivirán en el mundo que vivimos.
Hoy, al cumplirse el décimo aniversario de los hechos ocurrido el 11 de septiembre del 2001, quiero elevar una oración, no sólo por aquellos que murieron en las torres, en el Pentágono y en los aviones, sino también por todos aquellos que han muerto como consecuencia directa e indirecta de estos hechos de horror, odio e incomprensión.
Paz a sus restos.
Ojalá que aprendamos a entendernos.
Y como dije anteriormente, de Sara y su necesidad de querer ayudar a Dios cuando éste no necesita ayuda...
Los que vivimos el momento nunca lo olvidaremos. Las generaciones que nacieron a partir de ahí nunca vivirán en el mundo que vivimos.
Hoy, al cumplirse el décimo aniversario de los hechos ocurrido el 11 de septiembre del 2001, quiero elevar una oración, no sólo por aquellos que murieron en las torres, en el Pentágono y en los aviones, sino también por todos aquellos que han muerto como consecuencia directa e indirecta de estos hechos de horror, odio e incomprensión.
Paz a sus restos.
Ojalá que aprendamos a entendernos.
1 comments:
Tampoco olvido lo vivido ese día en la oficina tratando de buscar información, con CCN en la TV, tratando de llamar a mi hermana que vive en NY... como dices, despues de eso nada ha sido igual.
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