Vuelan alto las Cuyayas

El Viernes por la noche fui con Pao, Muri y Rommel al Estadio Quisqueya para disfrutar el juego de los eternos rivales de la pelota invernal: Licey y Aguilas. Para la ocasión Muri se convirtió en un León con plumas y Pao, que no es de ningún equipo, se metió a Aguilucha.

Yo, Muri y Pao

Llegamos de lo más chillin, luego de hacernos un “branding” de nuestro equipo, y comenzó la gozadera. El pobre Rommel iba con más miedo que vergüenza; el único Liceísta del carro y el resto Aguiluchos cuerderos. Gracias a Dios que cuando llegamos al play se encontró con unos amigos Liceístas que le hicieron el coro.
Yo no sé, pero creo que todas las cosas tienen su lugar y todos los lugares tienen sus periquitos. Como yo estaba full en las Aguilas y en disfrutar la noche, llevé una cornetita (bueno, era chiquita pero sonaba como bocina de camión) al play. Cuando llegamos al lugar donde nos íbamos a sentar, había un señor con su hijo sentados en nuestros asientos. Para no ser mala fe, no les dije nada y me senté en otros asientos que estaban vacíos. Al rato llegaron los dueños de los asientos y me paré. El señor y el niño que estaban en los nuestros se habían parado en ese momento; obligatoriamente tenía que sentarme en los asientos designados. Fui tan cortés que hasta les moví unas botellas de refresco que habían dejado para el asiento de la fila de adelante. Cuando el señor llegó vino como a decirme que me parara, pero yo le respondí que esos eran mis asientos y que cuando llegué no quise pararlos porque habían otros disponibles, pero visto que los dueño de esos asientos habían llegado, había tenido que moverlos a otro lugar. Hasta le dije que le había puesto en las sillas sus botellas para que no les pasara nada. ¡Para qué fue eso! ¡Ese señor se llenó de odio conmigo! El juego comenzó a animarse y obviamente nosotros comenzamos a gozar. El hombre nada más volteaba la cara y nos cortaba los ojos, como si estuviésemos cometiendo algún pecado. Peor fue cuando las Aguilas comenzaron a anotar y yo, obviamente, comencé a sonar la corneta. ¡El señor quería matarme con la mirada! El pobre muchachito que andaba con él estaba, con todo y la bulla, durmiéndose en la silla, y el señor perdiendo su tiempo mirándonos mal, como que si con su mirada iba a callarnos o a matarnos.
A las Iglesias se va a rezar y a mantener el silencio. A los estadios de pelota se va a ver el juego y a gozar. El gozar implica hablar, vocear, hacer bulla, brincar, ondear banderas, tocar cornetas….
Los siento don, pero la próxima vez que usted quiera silencio para ver el juego, ¡agarre su tv y métase en una cueva!
Señores, ¡qué gozada dimos! ¡Ay, los pobres Liceístas! El pobre Rommel estaba casi amargado. Si no hubiese sido por la cantidad de alcohol que se consumió, a lo mejor se hubiese tirado del techo.

Muri, Kelvin, Rommel, Elvin y Pao


Mariel, Enrique, Pao y Miguel


Rommel en amargue porque perdió

Cuando salimos del play tuvimos problemas automovilísticos: el carro en el que andábamos dijo que no (mi jeepioneta nunca hubiese hecho eso). Intentamos de todas las formas prenderlo; hasta llamamos a Mariel y a Enrique, que habían estado con nosotros en el partido, para que nos fueran a rescatar, pero no pudimos hacer nada. Pao había dejado su carro nuevo en casa y Enrique nos llevó para que ella pudiera irse, en lo que Muri le hacía compañía a Rommel mientras llegaba la grúa. Cuando volvimos al play ya el carro estaba montado en la plataforma, así que los que quedamos (menos Rommel, que se fue perdido y con el carro dañado para su casa), nos fuimos (a las 2 de la mañana) a Adrian para terminar la noche con un rico Mofongo combo con carnita y extra chicha (¡ji ji ji!).

El carro en la grúa


Yummy!

De más está decir que los 2 potes de Brugal que me bebí con Rommel me pasaron por encima y ni rastro dejaron… parece que el mofongo es bueno para evitar la resaca.

P.S. Al pana que hizo la apuesta conmigo, ¡MI CORNETA!

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P.S.S.
¿Y cómo le fue al equipito ayer?
¡LAS AGUILAS SON LAS AGUILAS!