La impunidad del que anda en la calle

Siempre me he cuestionado sobre la seguridad de todos aquellos que transitamos tranquilamente por la calle en relación a aquellos que transitan no tan tranquilamente por la misma.
Hace como 10 años mi mamá venía subiendo la Churchill de Sur a Norte. En la cuesta del semáforo donde estaba la rotonda de Benito Juárez (Churchill y 27, antes de los “hoyos de Diandino”), ella estaba parada muy tranquilamente en el semáforo, cuando de pronto le cruzó por al lado uno de esos camiones volteos que están más “detelengaos” que un Liceísta después del triunfo de las Aguilas (je je je), y le rayó todo el lado izquierdo del carro, de punta a punta, con las tuercas gigantescas que aseguran las gomas del camión. Mi mamá pensó que había pasado un temblor de tierra, hasta que vió al camionero con una sonrisa “faltosa de peloteros” (léase, le faltaban varios dientes), malo de la risa. Más aún, el tipo se comió el semáforo y siguió de largo. Gracias a Dios que mi mamá apuntó el número de placa y pudo proceder a reclamarle a la compañía dueña del camión.
Un día estaba yo también parada en un semáforo cuando de pronto siento que mi supercamioneta se menea bruscamente. Cuando me paro a ver, un motorista se me había estrellado en la cama de la camioneta, abollándome una de las defensas. Cuando salí a reclamarle (luego de verificar que no era uno de estos asaltantes que andan en la calle) el tipo lo que me dijo era que ese “abolloncito” no era nada para una “rubia rica” como yo. Me dieron ganas de caerle a pescozones en plena calle, pero pensé que mis padres habían gastado demasiado dinero en mi educación para que yo dejara el glamour tirado en un contén por culpa de un “muertorita”, así que respiré profundo, me monté en mi supercamioneta y seguí mi camino (me imagino la llamada de la Policía: “mire doña, aquí tenemo a su muchacha que le dio una soná a un motorita que casi lo mata. Venga a bucala al Detacamento Dualte.”).
Otro día andaba yo con una amiga (yo ando mucho, ¿no?), cuando de repente un triciclero se nos estrella por detrás. Cuando nos bajamos a ver qué había pasado, el triciclo estaba “como el primer guandul” y el carro de mi amiga estaba pelado, abollado y con la mica rota. Díganme ustedes, ¿de dónde iba a sacar el triciclero para pagarle los daños a mi amiga? ¡Qué indignación y sin poder hacer nada al respecto! El tipo se hizo el loco, recogió par de chinas que se le habían caído, se montó en su triciclo y siguió pedaleando, sin ni siquiera pedir perdón (“mire doña, e otra vé del Detacamento Dualte. Venga a bucá a su muchacha otra vé que ahora sonó a un pití en un triciclo”)
Ayer mi hermano estaba en una de sus “obras” (es Ingeniero) y su carro, como es lógico, estaba parqueado en la calle frente a la construcción (claro, ni modo que cogiera una pastilla de chiquitolina y se llevara el carro en el bolsillo). En un momento cruzó una mega jeepeta y le rayó todo el lado derecho del carro (la calle en la que estaba es la Federico Geraldino, bastante amplia, por lo que no había necesidad de pegarse tanto al carro). La persona que iba manejando ni se inmutó y siguió tan campante como Johnnie Walker. Gracias a Dios que uno de los obreros se dio cuenta y anotó la placa, pero le faltó un número y ahora vamos a ver qué se resuelve (arreglar ese carrito de seguro que no le va a salir nada barato, así que me jor que aparezca el dueño de la Land Cruiser dorada).
La próxima vez que me compre un automóvil me voy a comprar una patana...